Esto que veis sobre el altar de Dios es un pan
y un cáliz: de ello dan testimonio vuestros mismos ojos; en cambio, vuestra fe
os enseña a ver en el pan el cuerpo de Cristo, y en el cáliz la sangre de
Cristo.
Os lo he dicho en breves palabras, y quizá a
la fe le sea suficiente; pero la fe desea ser instruida. Podríais ahora
replicarme: Nos has mandado que creamos, explícanoslo para que lo entendamos.
Puede, en efecto, aflorar este pensamiento en la mente de cualquiera: Sabemos
de quién tomó la carne nuestro Señor Jesucristo: de la Virgen María. De niño
fue amamantado, alimentado, creció, llegó a la edad juvenil, fue muerto en el
madero, fue bajado de la cruz, fue sepultado, resucitó al tercer día y, el día
que quiso, subió al cielo llevándose allí su propio cuerpo; de allí ha de venir
a juzgar a vivos y muertos, allí está ahora sentado a la derecha del Padre:
¿cómo el pan puede ser su cuerpo? Y el cáliz, o lo que el cáliz contiene, ¿cómo
puede ser su sangre?
Estas cosas, hermanos, se llaman sacramentos,
porque una cosa es lo que se ve y otra lo que se sobreentiende. Lo que se ve
tiene un aspecto corporal, lo que se sobreentiende posee un fruto espiritual.
Si quieres comprender el cuerpo de Cristo, escucha al Apóstol dirigiéndose a
los fieles: Vosotros sois el cuerpo de Cristo y sus miembros.
Por tanto, si vosotros sois el cuerpo de
Cristo y sus miembros, sobre la mesa del Señor está colocado vuestro misterio:
recibís vuestro misterio. A lo que sois respondéis: Amén, y al responder
lo suscribís. En efecto, se te dice: El cuerpo de Cristo, y respondes: Amén.
Sé miembro del cuerpo de Cristo y tu Amén será verdadero.
¿Y por qué, pues, en el pan? Para no aportar
aquí nada de nuestra cosecha, escuchemos al mismo Apóstol, quien hablando de
este sacramento dice: El pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos,
formamos un solo cuerpo. Comprended y alegraos: unidad, verdad, piedad,
caridad. El pan es uno: ¿quién es este único pan? Siendo muchos,
formamos un solo cuerpo. Tened en cuenta que el pan no se hace de un solo
grano, sino de muchos. Sed lo que veis y recibid lo que sois. Esto es lo que
dijo el Apóstol hablando del pan. Qué es lo que hemos de entender por el cáliz
nos lo insinúa claramente, aunque sin decirlo. Así como para obtener la especie
visible del pan ha habido que fusionar muchos granos en una sola realidad, para
que se verifique lo que la Escritura santa dice de los fieles: Todos pensaban
y sentían lo mismo, lo mismo sucede con el vino. Recordad, hermanos, cómo
se elabora el vino. Son muchos los granos que componen el racimo, pero el zumo
de los granos se confunde en una realidad.
Así también, Cristo, el Señor, nos selló a
nosotros, quiso que le perteneciéramos, consagró en su mesa el misterio de la
paz y de nuestra unidad. El que recibe el misterio de la unidad y no mantiene
el vínculo de la paz, no recibe el misterio en favor suyo, sino como testimonio
contra él.
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