Cómo vivió san
Francisco en Evangelio
Francisco era un hombre práctico. Si había optado
por el Evangelio no era sólo para conocerlo intelectualmente, sino sobre todo
para practicarlo. Pero a la hora de saber qué tipo de evangelismo fue el vivido
por Francisco, habrá que preguntarse también desde dónde lo vivió o desde qué
imagen lo actuó.
Los Sinópticos traen unos logia o dichos de
Jesús que, vividos y transmitidos por el llamado Movimiento de Jesús,
proponen un tipo de seguimiento desarraigado y radical. Estos textos radicales,
que forman el eje del Evangelio, permiten al que ha optado por Jesús la
posibilidad de volver a sus propias raíces personales y, desde ahí, reconstruir
todo su proyecto humano según el programa ofrecido por Jesús.
Todos estos dichos radicales que aparecen en
los Sinópticos, excepto la frase sobre los eunucos (Mt 19,12) y la otra sobre
el escándalo (Mc 9,43-48), aparecen también en los Escritos de Francisco,
principalmente en sus dos Reglas. Esto nos aclara la influencia que pudiera
tener Francisco sobre sus colaboradores a la hora de buscar y aplicar las citas
evangélicas a sus Escritos, aunque él no fuera el ejecutor material de esa
trascripción.
Los textos radicales aparecen casi todos en la Regla
no bulada. Así pues, se insiste en el esfuerzo para entrar por la puerta
estrecha (1 R 11,13), dejando en segundo lugar al padre, a la madre e incluso a
sí mismo (1 R 1,4); en negarse y tomar la propia cruz para seguir a Jesús (1 R
1,3), perdiendo la propia vida para encontrarla (1 R 16,11), pues de nada sirve
ganar el mundo si uno pierde la propia vida (1 R 7,1). Por tanto, hay que
convertirse (1 R 21,3), dejando que los muertos entierren a sus muertos (1 R
22,18), olvidándose de todas las preocupaciones para mejor servir al Reino (1 R
8,2).
El seguidor de Jesús debe ser constructor de la paz
(Adm 15; 1 R 14,2), libre frente a los legalismos (1 R 9,13-16) y alegre cuando
ayuna (1 R 3,2). Confesará a Jesús delante de los hombres (1 R 16,8), aunque
tal actitud le acarree persecución (1 R 16,16). Antes que defenderse o resistir
(1 R 14,4), será como una oveja entre lobos (1 R 16,1-2), esforzándose por no reaccionar
de forma violenta (1 R 22,21-23), sino amando a sus enemigos (Adm 14,4),
perdonándolos siempre (1 R 21,6; 22,28) y no temiendo a los que matan el cuerpo
(1 R 16,17-18).
El que pretenda seguir a Jesús deberá cumplir la ley
desde dentro (1 R 11,4) y saber que el mal no viene de fuera, sino del corazón
mismo del hombre (1 R 22,7-8). De cara a Dios y de cara a los hombres, se
considerará un esclavo que hace lo que debe y de quien se puede prescindir (1 R
11,3; 23,7). Y si tiene algún cargo de responsabilidad que le da poder, lejos
de aceptar el título de padre o de maestro (1 R 22,33-35), se considerará
servidor e inferior a todos (1 R 5,10-11), a ejemplo de Jesús el Señor, que
vino para servir. El que quiera unirse a la comunidad de Jesús abandonará lo
que posee en favor de los pobres (1 R 1,2) y se pondrá en camino para la
misión, libre de todo lo que estorba (1 R 14,1). Una vez que haya puesto la
mano en el arado, no mirará atrás (1 R 2,10), sino que seguirá adelante, seguro
de que el Señor cumplirá sus promesas (1 R 1,5). Y, por encima de todo, amará
al Señor Dios (2CtaF 18), sabiendo que, si persevera hasta el final, obtendrá
la salvación (1 R 16,21).
Entre los textos no sinópticos que piden la misma
radicalidad están los de san Juan sobre Dios Espíritu, al que hay que adorar en
espíritu y verdad (1 R 22,30-31), y el mandamiento del amor (1 R 11,5), así
como el de lavarse los pies mutuamente (1 R 6,4).
De las Cartas de san Pedro y de las Cartas
Pastorales aparece el tema del seguimiento como una marcha sobre las huellas de
Jesús (1 R 22,2), en plena sumisión a toda criatura (1 R 16,6), sin vanas
disputas ni querellas verbales (1 R 11,1), sino con benevolencia y dulzura (1 R
11,7-9).
A partir de este mosaico de textos, en el que se nos
dibuja la imagen del verdadero seguidor de Jesús, podemos percatamos de la
fidelidad con que Francisco captó lo esencial del Evangelio, contribuyendo a
ello el tipo socio-religioso de vida itinerante que adoptó a la hora de
construir su proyecto de vida.
[Cf. el texto completo en http://www.franciscanos.org/temas/micotemas03.htm]
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