Adorar al
Señor Dios
No cabe duda de que nuestra cultura se
caracteriza por ser antropocéntrica, es decir, que el hombre es la medida de
todas las cosas. De ahí que al hablar de experiencia de Dios pongamos
inmediatamente el acento en nuestra percepción subjetiva. Este sentimiento no
sólo existe a niveles espontáneos y coloquiales, sino que se ha estructurado de
forma científica en la llamada fenomenología de la religión.
Para el hombre medieval, por el contrario, el hecho
de la objetividad de la existencia de Dios era algo evidente. De ahí que
Francisco no se pare a cuestionar su existencia, como nosotros exigiríamos por
considerarlo necesario, sino que desgrane su concepción teocéntrica de la
realidad por medio de un lenguaje en el que Dios es el objeto normal y
espontáneo al que se debe remitir el hombre.
Este hablar acrítico sobre Dios puede
resultamos extraño al leerlo desde una óptica coloreada por la sospecha.
Pero el testimonio de Dios que nos ofrece Francisco no parte de un mero
ejercicio intelectual, sino de la convicción que aporta la experiencia. La
presencia apabullante de un Dios que trastoca los fundamentos en los que se
apoyaba su vida, es motivo más que suficiente para hablar de Él sin tener que
justificar su existencia. El problema del hombre actual es que pretende hablar
de Dios sin haberlo experimentado. Por eso su lenguaje se detiene en analizar
la posibilidad de un encuentro con Dios. Francisco, por el contrario, parte de
la evidencia de que Dios se le ha hecho presente; de ahí que su hablar de Dios
sea una narración de su propia experiencia espiritual.
En la Regla no bulada, sobre todo en
los capítulos 22 y 23, aparece claramente que, para Francisco, la exigencia de
búsqueda y encuentro con Dios constituye el corazón del proyecto evangélico que
él quiere vivir y que propone a los hermanos: Animados por el Espíritu, seguir
las huellas de Jesús y poder así llegar hasta el Padre. La respuesta al Dios
trinitario es el núcleo del Evangelio y, por tanto, del proyecto de vida con el
que Francisco pretende ayudarse y ayudar a los demás a ser fieles a sus
exigencias.
Ya que voluntariamente lo hemos dejado todo,
nada más lógico, dice Francisco, que seguir con solicitud la voluntad del Señor
y agradarle en todo (1 R 22,9). Pero esta búsqueda no se da de forma
espontánea. En el fondo del hombre está ese poder misterioso del mal que, para
apoderarse de su corazón, trata de hacerle olvidar lo que significa Dios para
él (1 R 22,19-21); de ahí que haya que estar vigilantes para remover todo
impedimento y posponer toda preocupación, de modo que puedan servir, amar,
honrar y adorar al Señor Dios con un corazón transparente, a fin de que el
Padre, el Hijo y el Espíritu puedan tomar posesión de él (1 R 22,26s).
Sólo un corazón habitado por la Trinidad es
capaz de dar gracias al Padre por haber creado, por medio de su Hijo y con el
Espíritu Santo, todas las cosas espirituales y corporales, y especialmente a
nosotros, hechos a su imagen y semejanza (1 R 23,1).
Esta acción de gracias se extiende también a
la generosa actitud del Padre que nos demostró su amor al hacer que naciera de
la Virgen María, por medio del Espíritu, su querido Hijo Jesús, redimiéndonos
con su cruz, sangre y muerte (1 R 23,3). Resucitado por el poder de Dios y
sentado a la derecha del Padre, ese mismo Señor vendrá en su gloria al final de
los tiempos para examinarnos del amor y ofrecemos la posibilidad de seguir
amando según la capacidad de nuestro corazón (1 R 23,4).
Pero nuestra debilidad como pecadores nos
impide alabarle como es debido. Por eso, «imploramos suplicantes que nuestro
Señor Jesucristo te dé gracias de todo junto con el Espíritu Santo, como a ti y
a Él mismo le agrada» (1 R 23,5). De este modo, nuestro corazón estará
dispuesto para abrirse al amor misericordioso de Dios.
El núcleo del Evangelio, que es la actitud
confiada y orante de Jesús hacia su Padre, es captado por Francisco y traducido
en una continua búsqueda del Dios trinitario para responderle en alabanza por
todo el misterio salvador con el que se nos ha hecho presente.
[Cf. el texto completo en http://www.franciscanos.org/temas/micotemas03.htm]
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