Esta fiesta celebra el misterio de la vida
de Cristo en el que su gloria y divinidad se asoman al tiempo y al mundo,
permitiéndonos adivinar su identidad: Dios a la vez que hombre. El hecho nos lo
refieren los evangelios. Camino de Jerusalén para sufrir la pasión, Jesús se
retiró a un monte alto, el Tabor, con sus discípulos predilectos, Pedro,
Santiago y Juan, para orar. Allí se transfiguró, y aparecieron Moisés y Elías,
personificación de la Ley y los Profetas del Antiguo Testamento, que hablaban
con Jesús de su muerte. Los apóstoles quedaron atónitos. Y oyeron una voz que
salía de la nube que los envolvía: «Éste es mi Hijo, el amado, el predilecto,
en quien me complazco. Escuchadle». La gloria de la divinidad resplandece en el
rostro de Cristo, mientras el Padre lo acredita ante los apóstoles para que lo
escuchen.-
Oración: Oh Dios, que en la gloriosa transfiguración de tu Unigénito
confirmaste los misterios de la fe con el testimonio de los profetas, y
prefiguraste maravillosamente nuestra perfecta adopción como hijos tuyos,
concédenos, te rogamos, que, escuchando siempre la palabra de tu Hijo, el
predilecto, seamos un día coherederos de su gloria. Por Jesucristo, nuestro
Señor.
Amén.
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