El Santo Padre Francisco ha celebrado
esta tarde a las 17.00 en la Capilla Sixtina la Santa Misa Pro Ecclesia con los
114 cardenales electores y los conclavistas.
La primera lectura ha sido el cántico
del profeta Isaías que comienza con las palabras “Al final de los días estará
firme el monte de la casa del Señor” y prosigue con las célebres frases: “Será
el árbitro de las naciones, el juez de los pueblos numerosos. De las espadas
forjarán arados, de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra
pueblo,no se adiestrarán para la guerra”. Después, se ha leído la primera Carta
de San Pedro dedicada al sacerdocio común de los fieles que dice: “También
vosotros, como piedras vivas, sois edificados como edificio espiritual para un
sacerdocio santo” y exhorta a ser “linaje escogido, sacerdocio real, nación
santa, pueblo adquirido en propiedad, para que pregonéis las maravillas de
Aquel que os llamó de las tinieblas a su admirable luz”. El Evangelio ha sido
el relato que de la Confesión de Pedro hace San Mateo, cuando Cristo pregunta a
los discípulos: “Y vosotros ¿quien decís que soy yo?y a la respuesta de Pedro:
“Tu eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”, Jesús contesta: “Y yo te digo que tu
eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y las puertas del infierno
no prevalecerán contra ella”.
En su primera homilía como Papa y
hablando en italiano, sin leer ningún texto, Francisco ha observado que las
tres lecturas tienen algo en común: “el movimiento. En la primera de ellas, el
movimiento es camino; en la segunda el movimiento está en la construcción de la
Iglesia ; en el Evangelio, el movimiento está en la confesión. Caminar,
construir, confesar”.
El Pontífice ha recordado que lo
primero que Dios dijo a Abraham fue : “Camina en mi presencia y se perfecto..
Nuestra vida es un camino. Cuando nos detenemos, hay algo que no funciona.
Caminar, siempre, en presencia del Señor, a la luz del Señor, intentando vivir
con la perfección que Dios pide a Abraham”.
“Construir - ha dicho- Edificar la
Iglesia; se habla de piedras: las piedras son consistentes; pero son piedras
vivas, piedras ungidas por el Espíritu Santo. Edificar la Iglesia, la Esposa de
Cristo, sobre la piedra angular que es el Señor mismo”.
“Confesar.... Podemos caminar cuanto
queramos, podemos construir tantas cosas, pero si no confesamos a Jesucristo,
no vale. Nos convertiríamos en una ONG filantrópica, pero no seríamos la
Iglesia, esposa del Señor. Cuando no andamos, nos detenemos... retrocedemos.
Cuando no se construye sobre las piedras ¿qué pasa? Nos pasa lo mismo que a los
niños cuando hacen castillos de arena en la playa: terminan cayéndose porque no
tienen consistencia”. Y, citando a Leon Bloy, el Santo Padre ha afirmado: “El
que no reza al Señor, reza al diablo” porque “cuando no se confiesa a
Jesucristo se confiesa la mundanidad del demonio”.
“Caminar, edificar, construir,
confesar. Pero no es tan fácil, porque cuando se camina, se construye, se
confiesa, a veces hay sacudidas, hay tirones, que no son movimientos propios
del camino porque nos hacen retroceder”.
En el Evangelio, ha proseguido el
Papa, “incluso Pedro que ha confesado a Jesucristo, le dice: “Tu eres Cristo,
el hijo de Dios vivo. Yo te sigo, pero no hablemos de la Cruz. Es algo que no
tiene nada que ver... Te sigo, sin la Cruz”. Pero “cuando caminamos sin la
Cruz, cuando construimos sin la Cruz y cuando confesamos a un Cristo sin la
Cruz... no somos discípulos del Señor: somos mundanos; somos obispos,
sacerdotes, cardenales, papas, pero no discípulos del Señor”.
“Y yo quisiera que todos, después de
estos días de gracia, tengamos el valor; sí, el valor, de caminar en presencia
del Señor, con la Cruz del Señor, de edificar la Iglesia sobre la sangre del
Señor que se derramó en la Cruz; y de confesar la única gloria: a Cristo
crucificado. Y así, la Iglesia irá hacia delante. Deseo para todos nosotros que
el Espíritu Santo y la oración de la Virgen, nuestra Madre, nos conceda esta
gracia: caminar, edificar, confesar a Jesucristo”.
Terminada la homilía, en las oraciones
de los fieles se ha rezado por el nuevo pontífice y también por Su Santidad
Benedicto XVI para que “sirva a la Iglesia en el retiro con una vida dedicada a
la oración y la meditación”. También se ha pedido que los responsables de las
naciones “no actúen movidos por la fuerza o por el interés ni tiranicen a las
personas y sean conscientes de que todo poder procede de Dios” y se ha
recordado “a cuantos sufren, a cuantos luchan desamparados en la vida para que
Cristo, el Pastor supremo, los conforte y consuele dándoles la corona de la
gloria”.
Una vez finalizada la Misa el
Pontífice ha visitado el apartamento papal en el palacio apostólico.
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