martes, 12 de marzo de 2013

La elección de un nuevo Papa

Se denomina cónclave a la reunión de cardenales convocados con el objetivo de elegir un nuevo Papa. Esta palabra procede del Latín cum+clavis (con llave) y hace referencia a un lugar cerrado con llave.

La elección de un Papa se realiza en la Capilla Sixtina (ver imagen de la izquierda). Los cardenales participantes en el cónclave no tienen contacto con el exterior. Esta práctica fue iniciada por el Papa Gregorio X en 1274 para eliminar interferencias externas y apresurar el proceso electoral, ya que su propia elección se había extendido por casi tres años.

Las personas responsables de elegir al nuevo Sumo Pontífice son los Cardenales menores de 80 años. El número de Cardenales Electores no debe ser superior a 120. Desde el momento en que la Sede Apostólica esté vacante ,los Cardenales electores presentes esperan quince días a los ausentes.

Los fieles debemos de invocar a Dios para que el Espíritu Santo ilumine a los Cardenales en la elección. Se realiza mediante esta oración:

"Oh Dios, Pastor eterno, que gobiernas a tu grey con protección constante, te rogamos que, por tu
 misericordia infinita, concedas a la Iglesia un pastor que te agrade por su santidad y sea útil a tu pueblo por su vigilante dedicación pastoral. Por Cristo nuestro Señor. Amén".

Antes y durante la elección los Cardenales electores deben abstenerse de mantener correspondencia epistolar, telefónica o por otros medios de comunicación con personas ajenas al ámbito del desarrollo de la misma elección. Además, realizan un juramento para mantener el secreto de la elección.

Los cardenales que tendrán la posibilidad de elegir al sucesor de Benedicto XVI como líder máximo de la Iglesia católica serán 117,  ya que  podrán ingresar al Cónclave donde se elige al nuevo Papa, los que tengan menos de 80 años de edad.

Actualmente el Colegio Cardenalicio lo conforman 209 integrantes, de los cuales 117 cuentan con menos de 80 años y por lo tanto son "electores", mientras los restantes 92 superan esa edad. Como habrá dos ausencias, el nuevo Papa será elegido por 115 cardenales.

Traslado de los Cardenales a la Capilla Sixtina

Celebradas las exequias, en el caso de que el anterior Papa haya fallecido, los Cardenales electores se reunen en la Basílica de San Pedro para participar en una solemne celebración eucarística con la Misa votiva "Pro eligendo Papa".

Desde la Capilla Paulina del Palacio Apostólico, los Cardenales electores irán en solemne procesión, invocando con el canto del Veni Creator la asistencia del Espíritu Santo, a la Capilla Sixtina.

Llegados los Cardenales electores a la Capilla Sixtina, emitirán un juramento:

Después que haya prestado juramento el último de los Cardenales electores, el Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias pronunciará el extra omnes y todos los ajenos al Cónclave deberán salir de la Capilla Sixtina. En ella quedarán únicamente el Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias y el eclesiástico, ya designado, para las meditaciones de los Cardenales electores.

Después de predicada la meditación, el eclesiástico que la ha pronunciado sale de la Capilla Sixtina junto con el Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias. 

Los Cardenales electores, después de haber recitado las oraciones según el relativo Ordo, escuchan al Cardenal Decano (o a quien haga sus veces), el cual somete al Colegio de los electores ante todo la cuestión de si se puede ya proceder a iniciar el proceso de la elección, o si fuera preciso aún aclarar dudas sobre las normas y las modalidades establecidas en esta Constitución, pero sin que a nadie le esté permitido poder modificar o sustituir alguna de ellas, referente sustancialmente a los actos de la elección misma, aunque se diera la unanimidad de los electores, y esto bajo pena de nulidad de la misma deliberación.

La elección se realiza por escrutinio y se requieren los dos tercios de los votos, calculados sobre la totalidad de los electores presentes. En el caso en que el número de Cardenales presentes no pueda dividirse en tres partes iguales, para la validez de la elección del Sumo Pontífice se requiere un voto más.

Se procederá a la elección inmediatamente. Si eso sucede ya en la tarde del primer día, se tendrá un solo escrutinio; en los días sucesivos si la elección no ha tenido lugar en el primer escrutinio, se deben realizar dos votaciones tanto en la mañana como en la tarde.

Fase de aceptación del cargo por parte del miembro elegido.

El Cardenal Decano o el cardenal con precedencia de orden y edad se aproxima al cardenal electo y le pregunta:  ¿Aceptas tu elección canónica como Sumo Pontífice? 

Si el elegido manifiesta su consentimiento, y si ya ha sido ordenado obispo, inmediatamente se convierte en el Obispo de Roma y Sumo Pontífice. Si el elegido no está presente, debe ser convocado. Si no tiene aún el orden episcopal, debe procederse a su ordenación antes de seguir adelante.

El Cardenal Decano pregunta enseguida:  ¿Con qué nombre deseas ser llamado? 

El Maestro de las Ceremonias Litúrgicas Pontificias, con los dos Ceremonieros (a los que se ha convocado previamente) como testigos, redacta un documento que certifica el consentimiento del elegido y el nombre que escogió. 

Previo el cumplimiento de ciertas formalidades estipuladas en el ritual del cónclave, cada cardenal se aproxima por orden y rinde homenaje al nuevo Papa en señal de obediencia. Posteriormente, todos los presentes realizan una ceremonia de acción de gracias. 

El Papa se reviste con sus vestiduras propias y entonces el Cardenal Decano, desde la logia de la Basílica de San Pedro, anuncia a la multitud reunida en la Plaza las famosas palabras:

Annuntio vobis gaudium magnum. Habemus papam. Eminentissimum ac Reverendissimum Dominum Cardinalem Sanctae Romanae Ecclesiae (Nombre Apellido)… qui sibi nomen imposuit (Nombre elegido).

La traducción es: Yo les anuncio con gran alegría. Tenemos Papa. El Eminentísimo y Reverendísimo Señor Cardenal de la Santa Iglesia Romana  (Nombre Apellido) ... quién asume el nombre de (Nombre)

El nuevo Papa sale entonces y se dirige a Roma y al mundo con la bendición Urbi et Orbi. 

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