La Iglesia, después
de celebrar ayer la fiesta de todos sus hijos bienaventurados ya en el cielo,
se interesa hoy ante el Señor en favor de las almas de todos cuantos nos
precedieron en el signo de la fe y duermen en la esperanza de la resurrección,
para que, purificados de toda mancha de pecado, puedan gozar de la felicidad
eterna. Celebramos, pues, la victoria de Cristo, y de nosotros con Él, sobre la
muerte. Y hacemos memoria de cuantos, habiendo compartido ya la muerte de
Jesucristo, están llamados a compartir también con Él la gloria de la
resurrección. El primer prefacio de difuntos nos enseña que «en Cristo brilla
la esperanza de nuestra feliz resurrección; y así, aunque la certeza de morir
nos entristece, nos consuela la promesa de la futura inmortalidad; porque la
vida de los que creemos en el Señor, no termina, se transforma; y, al
deshacerse nuestra morada terrenal, adquirimos una mansión eterna en el cielo».
Mientras nosotros pedimos por los difuntos, ellos interceden por nosotros.
Oración: Escucha, Señor,
nuestras súplicas para que, al confesar la resurrección de Jesucristo, tu Hijo,
se afiance también nuestra esperanza de que todos tus hijos resucitarán. Por Jesucristo,
nuestro Señor. Amén.
O bien: Oh Dios, gloria de
los fieles y vida de los justos, nosotros los redimidos por la muerte y
resurrección de tu Hijo, te pedimos que acojas con bondad a tus siervos
difuntos, y pues creyeron en la resurrección futura, merezcan alcanzar los
gozos de la eterna bienaventuranza. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
O bien: Oh Dios, que
resucitaste a tu Hijo para que, venciendo la muerte, entrara en tu reino,
concede a tus siervos difuntos que, superada su condición mortal, puedan
contemplarte para siempre como su Creador y Salvador. Por Jesucristo, nuestro
Señor. Amén.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario