“Dios no envío a su Hijo al mundo
para que se condenara, sino para para que él mundo se salvara por él”.
Que hermosas palabras que llenan
de tanto consuelo y dan ánimo aquel que por debilidad o ignorancia cae en las
redes del pecado. Dios es mucho mejor de
lo que muchas personas piensan y nos dicen, hay personas que con sus palabras a veces nos meten miedo sobre Dios y se empeñan en hablarnos de un Dios colérico y
vengativo.
Jesús no habla de ese Dios, sino
de un Dios que es “ rico en
misericordia” y que está siempre dispuesto a ayudar, a curar, y a salvar. No podemos suponer a un
Dios enojado que nos odia, si queremos ser fieles a la vida y palabras de Jesús.
Ciertamente que hay que rechazar
el mal, y el pecado, ahora bien, eso nunca nos puede llevar a odiar a los
pecadores o a no querer dar la bienvenida a los que han fallado y están desorientados…
a los que han perdido la ruta… y se acercan buscando una mano amiga, que les
ayude y les acoja con amor.
Dios no quiere la perdición de
nadie y Jesús no fue como una “carta
enojada” que Dios mandó a sus hijos o
hijas desobedientes. Todo lo contrario, es un “carta de amor” que nos envío.
Porque, el Verbo se hizo carne para que pudiéramos caminar en la luz y tuviéramos
una esperanza real de vivir eternamente felices.
Preparándonos para la Pascua,
pidamos al Señor, que nos ayude a comprender la grandeza de su amor.
Rubén A. González Medina, cmf
Obispo de la Diócesis de Caguas
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