sábado, 31 de marzo de 2012

Mensaje para La Semana Santa por P. Rubén Antonio González Medina, cmf.

“Miren el árbol de la cruz, donde estuvo clavada la Salvación del mundo.”

Al contemplar el madero de la cruz, invito a reflexionar serenamente en la forma en  que miramos la cruz. Algunos la ven como signo de muerte y destrucción, otros como la bandera de la victoria sobre la muerte y llave que abre el camino de la eternidad.

Hay quienes contemplan en ella el drama inmenso de la muerte de Cristo en el Calvario, y con lágrimas en los ojos piden perdón.  Otros, sin embargo, reclaman que no debe haber más cruces que las que ya sufren tantas mujeres y hombres, niños, niñas y jóvenes puertorriqueños que son destrozados por la maldad de aquellos que se creen dueños de la vida.  Muchos, pues, se sienten impotentes y se preguntan con dolor y frustración: “¿por qué Dios mío, nos has abandonado?”

Para unos es símbolo de una religiosidad mágica que tranquiliza y adormece; para otros, significa dolor profundo, porque les descubre las injusticias de unos cuantos grupos que en nuestra sociedad presionan, para  intentar matar y destrozar las esperanzas de nuestro pueblo por medio de gente sin conciencia que  buscan solamente su propio beneficio y provecho, y no tienen reparo en hacer daño.

Y nosotros, ¿cómo contemplamos la cruz?  ¿Nos cuestiona, o nos adormece?

Por eso les invito a contemplar no simplemente el madero de la cruz, sino a descubrir la Cruz que carga cada ser humano, herido, maltratado y humillado que está cerca de todos nosotros y nosotras.

Si así lo hacemos, descubriremos la luz que brota de ella, la fuerza que  encierra, la clave que animó y anima a tantos hombres y mujeres que creen en Cristo y que les lleva a entregar su vida por amor, sirviendo a los demás. “Porque no hay amor más grande, que el de aquel que da la  vida por los demás.”

Contemplar la cruz con mirada de fe, nos lleva a descubrirla como el árbol de la vida, como el gran signo de salvación y de esperanza para cuantos creen en Jesucristo.  Porque la revelación definitiva del  Amor de Dios se nos ha manifestado plenamente en el Crucificado.  En la cruz, Jesús transforma nuestro “corazón de piedra” herido por el pecado, en un “corazón de carne”, como el suyo: nos da su amor y a su vez nos hace capaces de amar con su mismo amor, invitándonos a entregarnos sirviendo a los demás.

En nuestro Puerto Rico de hoy necesitamos personas que estén dispuestas asumir, como Jesús, el riesgo de entregar su vida con todas las consecuencias. Hombres y mujeres que no tengan miedo al qué dirán o a que se les señale por actuar conforme a la verdad y a la justicia. Hombres y mujeres que no se callen ante el mal “Porque frente al mal, no hay que callar”.  Hombres y mujeres que amen de verdad al pueblo, dando lo mejor de sí, personas libre de todo egoísmo y mala voluntad, que se entreguen sin reserva en la búsqueda del bien común.

En una sociedad como la nuestra, impregnada de individualismo, es necesario redescubrir la importancia del amor que lleva a la entrega, que lleva a la corrección fraterna para caminar juntos hacia la santidad. Personas que trabajen por una auténtica reconciliación que lleve a la comunión y nos haga solidarios, especialmente de los más pobres y necesitados.  No debemos olvidar que en una sociedad que puede llegar a ser sorda ante los sufrimientos físicos y ante las exigencias espirituales y morales de la vida,  debemos de luchar por ayúdanos unos a los otros buscando lo mejor para todos. No sofoquemos los talentos con los que Dios nos ha enriquecido, y tengamos presente que en la vida de fe, quien no avanza retrocede.

En un Puerto Rico  que exige de los cristianos y cristianas un testimonio renovado de amor y de fidelidad al Señor, les invito, que al contemplar la cruz, no dudemos, y nos decidamos a unirnos a la caravana de los que nos sentimos urgidos a colaborar en la búsqueda del bien común. 

¡Lo vamos a lograr! Porque en el nombre de Jesús Crucificado, Juntos decidimos avanzar.


P. Rubén Antonio González Medina, cmf. 
Obispo de la Diócesis de Caguas

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