sábado, 4 de febrero de 2012

El Cristiano es el libro abierto del Evangelio

De un sermón de san José de Leonisa


El Evangelio y la buena noticia de la venida del Señor al mundo por medio de la Virgen no debe escribirse en pergaminos, sino en el corazón y en nuestras entrañas. La ley escrita y la ley de gracia se diferencian en esto: aquélla fue esculpida en piedra, mientras que la nueva ley se imprime en el corazón del hombre por la infusión del Espíritu Santo y de su gracia. Dios prometió por boca del profeta Jeremías: Voy afirmar con vosotros una alianza eterna, distinta de la que pacté con vuestros padres; y sobre esta nueva alianza agrega: Y pondré mi temor en sus corazones.



Por consiguiente, cada cristianó debe ser un libro abierto, en el que se pueda leer el mensaje evangélico. Pablo escribía a los de Corinto: Vosotros sois nuestra carta, escrita no con tinta; sino con el Espíritu de Dios vivo por medio de nuestro ministerio; no en tablas de piedra, sino en las tablas de carne del corazón. El pergamino es nuestro corazón; el autor, el Espíritu Santo; el medio, nuestro ministerio, porque mi lengua es ágil pluma de escribano.

¡Ojalá la lengua del predicador, movida por el Espíritu Santo, mojada en la sangre del Cordero inmaculado, se convierta hoy en ágil pluma sobre vuestros corazones! Y ¿cómo se podrá volver a escribir sobre una página ya impresa? Si no se borra lo anterior, no se podrá escribir lo nuevo. En vuestros corazones se esculpió de antemano la avaricia; la soberbia, la lujuria, y los restantes vicios. ¿Qué hacer para fijar de nuevo en ellos la humildad, la honestidad, y las demás virtudes, si antes no se erradican los vicios que ahí se asientan?

Por tanto, si los hombres imprimieran esta segunda página de las virtudes en sus corazones, cada uno de ellos sería, como afirmamos más arriba, el libro abierto del mensaje evangélico, y su conducta ejemplar atraería a los demás hombres. Pablo, siguiendo la cita anterior, agrega: Sois vosotros la carta conocida y leída por todos los hombres.

Los predicadores y los prelados han de emplear estos medios para conquistar las almas de todos los hombres y conducirlos hacia la luz de la verdad; pero usando en cada caso el medio apropiado y conforme a la diversidad de los individuos concretos. Pablo, ministro fiel de Cristo y maestro en el ejercicio de la salvación de las almas, decía: Me he hecho judío con los judíos; con los que están sin ley, como quien está sin ley. En una palabra, se adaptaba a cada situación y a cada persona; por eso termina diciendo: Me he hecho todo a todos, a fin de ganar a todos para Cristo.

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