viernes, 10 de febrero de 2012

Espíritu y vida de oración de San Francisco (VII)

Por Francisco Javier Toppi, OFMCap

La vida litúrgica. El Oficio divino

El Oficio divino, llamado con más propiedad «Liturgia de las Horas», es otra expresión importante de la vida litúrgica. San Francisco, que concedía un lugar preferente a la adoración, a la alabanza y a la acción de gracias en su oración, pudo penetrar muy a fondo en la razón teológica de esta Liturgia de las Horas. En su vida y en sus escritos se encuentran algunos textos referentes al Oficio divino. Veamos los que son de mayor interés para nosotros.

En el capítulo 3 de la Regla bulada manda que se rece el Oficio divino según la forma de la Santa Iglesia Romana (cf. 1 R 3). 

Su declaración es firme y severa a este propósito en el Testamento, al igual que en la Carta a toda la Orden, donde dice: «Por tanto, a causa de todas estas cosas, ruego como puedo a fray H., mi señor ministro general, que haga que la Regla sea observada inviolablemente por todos; y que los clérigos recen el oficio con devoción en la presencia de Dios, no atendiendo a la melodía de la voz, sino a la consonancia de la mente, de forma que la voz concuerde con la mente, y la mente concuerde con Dios, para que puedan aplacar a Dios por la pureza del corazón y no recrear los oídos del pueblo con la sensualidad de la voz. Pues yo prometo guardar firmemente estas cosas, así como Dios me dé la gracia para ello; y transmitiré estas cosas a los hermanos que están conmigo para que sean observadas en el oficio y en las demás constituciones regulares. Y a cualesquiera de los hermanos que no quieran observar estas cosas, no los tengo por católicos ni por hermanos míos; tampoco quiero verlos ni hablarles, hasta que hagan penitencia» (CtaO 40-44).

No puede menos de causar extrañeza y estupor el observar cómo san Francisco, tan manso por otra parte, considere y castigue con la mayor severidad la inobservancia de la Regla, la negligencia y arbitrariedad en la celebración del Oficio divino y la misma apostasía de la fe católica. Ciertamente se trataba de un asunto trascendental para él, bien por el valor intrínseco del Oficio divino (cf. 2 Cel 96, donde compara el rezo del Oficio divino con recibir la Eucaristía), ya sea por su propósito de ajustarse estrictamente también en esto a la Iglesia Romana.

Francisco posee también el espíritu de creatividad y de espontaneidad para componer paraliturgias. Así lo constatamos en suOficio de la Pasión, que abarca todo el misterio de Cristo.

Sería útil analizar aquí este Oficio. Baste recordar que Francisco revela poseer un profundo conocimiento de los salmos, una íntima penetración de los tiempos litúrgicos, expresada por salmos seleccionados y entremezclados, una intuición mística de la presencia y de la voz de Cristo dirigiéndose al Padre en los salmos, una fidelidad perfecta al espíritu litúrgico y eclesial. Es sumamente edificante su testimonio de una íntima fusión de la vida litúrgica con la piedad personal, que se reclaman y enriquecen mutuamente.

Significativa al respecto es también la Regla para los eremitorios, testimonio histórico de la fusión armónica entre la vida fraterna ideal y la vida eremítica, a la vez que síntesis admirable de vida contemplativa y de vida litúrgica, donde el horario cotidiano es señalado y santificado con una auténtica «Liturgia de las Horas».

Fuente: Directorio Franciscano, Enciclopedia Franciscana: [Cf. Selecciones de Franciscanismo, vol. III, n. 7 (1974) 30-31]


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