lunes, 6 de febrero de 2012

Espíritu y vida de oración de San Francisco (III)

Por Francisco Javier Toppi, o.f.m.cap.

Itinerario de san Francisco hacia Dios

Enriquecido con los dones del Espíritu Santo, Francisco experimentó sensiblemente la suma Bondad y Trascendencia divinas y supo plasmarlas en una vida de oración imbuida de ardor seráfico, sentido de adoración, de alabanza y de acción de gracias.


Los dones, sobre todo el de sabiduría y el de piedad, prendieron en Francisco el fuego del amor, por lo cual se le conoce y designa con el apelativo de Seráfico (cf. LM 9,1).

Son muy significativas, a este propósito, dos oraciones típicas de san Francisco: las Alabanzas del Dios Altísimo y laExhortación a la alabanza de Dios, al igual que el Cántico del hermano Sol. Francisco quería que los hermanos, cuando fueran por el mundo, lo cantaran como medio de apostolado. Como juglares del Señor, debían alabar a Dios e invitar a los hombres a que le alabaran (cf. LP 83; EP 101).

Según Francisco, la trascendencia divina y, por tanto, la santidad perfecta y la majestad altísima de Dios mueven al hombre a la compunción del corazón, a la humildad, al anonadamiento de sí mismo ante Dios, y conducen de raíz a la pobreza evangélica de espíritu.

Francisco indica también otro aspecto, existencialmente necesario, del itinerario hacia Dios: la compunción del corazón. Escribe Celano en la Vida I: «En cierta ocasión, admirando la misericordia del Señor en tantos beneficios como le había concedido y deseando que Dios le mostrase cómo habían de proceder en su vida él y los suyos, se retiró a un lugar de oración, según lo hacía muchísimas veces. Como permaneciese allí largo tiempo con temor y temblor ante el Señor de toda la tierra, reflexionando con amargura de alma sobre los años malgastados y repitiendo muchas veces aquellas palabras: ¡Oh Dios, sé propicio a mí, pecador!, comenzó a derramarse poco a poco en lo íntimo de su corazón una indecible alegría e inmensa dulcedumbre» (1 Cel 26).

Y en el Prólogo de la Leyenda Mayor, san Buenaventura señalará la compunción del corazón como misión específica de san Francisco. Este decía, en efecto, que «cuantos se afanan por la vida de perfección deben todos los días purificarse en el baño de las lágrimas» (LM 5,8), y escribía: «... a todos los que Dios predestinó a la vida eterna (cf. Hch 13,48), los instruye con el aguijón de los azotes y enfermedades y con el espíritu de compunción» (1 R 10,3).

Aquí podemos vislumbrar, con todas sus consecuencias, el misterio de la cruz, que es conocido generalmente como el carisma peculiar del Pobrecillo. Y se entrevé, al mismo tiempo, otro signo de fe, la compunción de los pecados.

Fuente: Directorio Franciscano, Enciclopedia Franciscana: [Cf. Selecciones de Franciscanismo, vol. III, n. 7 (1974) 27]

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