miércoles, 8 de febrero de 2012

Espíritu y vida de oración de San Francisco (V)

Por Francisco Javier Toppi, OFMCap.

La Virgen María en la vida y oración de Francisco

En su caminar hacia Cristo y en su Teocentrismo Trinitario, san Francisco encuentra a la Virgen María quien, según expresión del Vaticano II, «por su íntima participación en la historia de la salvación reúne en sí y refleja en cierto modo las supremas verdades de la fe, cuando es anunciada y venerada, atrae a los creyentes a su Hijo, a su sacrificio y al amor del Padre» (Lumen gentium, 65).

Conservamos dos oraciones marianas de san Francisco y ambas brillan por su solidez teológica y su altísima contemplación, pues tratan de la Virgen María insertándola en el misterio de la vida trinitaria, en el misterio de Cristo y de la Iglesia.

Así, en su Saludo a la Virgen María, Francisco contempla dinámicamente el misterio de María en relación con las tres personas divinas: María, elegida por el Padre como por su primer principio y consagrada por el Hijo y el Espíritu Santo. De esta altísima realidad centro-trinitaria brota, como en la historia de la salvación, la Encarnación del Verbo, cuyo receptáculo humano e instrumento creado fue la Virgen María, enriquecida por Dios con dones convenientes, que ella misma recibió y desarrolló activamente.

En la antífona mariana del Oficio de la Pasión, Francisco añade la función mediadora de María cerca de su Hijo.

También los biógrafos nos presentan testimonios explícitos de su devoción mariana. Por ejemplo, en la Vida II de Celano se nos refiere: «Rodeaba de amor indecible a la Madre de Jesús, por haber hecho hermano nuestro al Señor de la majestad. Le tributaba peculiares alabanzas, le multiplicaba oraciones, le ofrecía afectos, tantos y tales como no puede expresar lengua humana. Pero lo que más alegra es que la constituyó abogada de la Orden y puso bajo sus alas, para que los nutriese y protegiese hasta el fin, a los hijos que estaba a punto de abandonar» (2 Cel 198).

Y bien conocida de todos es igualmente su devoción a la capilla de la Porciúncula, dedicada a Santa María de los Angeles, donde, por los méritos e intercesión de la Virgen, concibió y dio a luz al mundo el espíritu de la verdad evangélica (LM 3,1). Allí contempló y declaró seguir a la que fue compañera inseparable de la pobreza de Cristo, a la Virgen María.

Fuente: Directorio Franciscano, Enciclopedia Franciscana: [Cf. Selecciones de Franciscanismo, vol. III, n. 7 (1974) 28]

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